Si me estás leyendo en el momento presente estarás, como yo, en plena etapa de salida de este confinamiento al que nos vimos obligados por la pandemia del COVID-19 de marras... Si no es así, habrás salido de él, pero todos lo recordaremos, así que no te extrañará de lo que te hablo.
Hace dos meses, un viernes 13 de marzo, yo salía de trabajar indignada con mi jefe que, cuando todo se veía venir y las recomendaciones eran de quedarse en casa lo máximo posible, pretendía que aunque ellos no, yo sí siguiera yendo a trabajar a la semana siguiente. Me vio la cara y rectificó, me mandó al teletrabajo como ellos, y de todas formas así hubiera sido porque al día siguiente empezó la conocida cuarentena de la que ahora estamos saliendo poco a poco.
Para mí la verdad es que no supuso un gran cambio, seguía teniendo mi trabajo, desde casa (a pesar de estar en unas condiciones de aquella manera, en este sentido me vino bien y no lo perdí), y la actividad a la que me dedico por otra parte también siguió en marcha. Vamos, que seguí teniendo las mismas horas libres y encima trabajando tranquilamente en la oficina de casa. ¡Encantada de la vida, qué quieres que te diga! Y de eso quería hablar hoy.
Obviamente toda esta situación ha traído muchas cosas malas, y hay gente que lo estará pasando mal ahora mismo, pero hoy quiero quedarme con lo que yo he sacado de esto. Al tener el mismo tiempo libre, la verdad es que no fui de las que se mató a ver clases de gimnasia, o conciertos online. Ni siquiera aproveché las rebajas de libros que hicieron por la causa, porque realmente tengo miles en casa pendientes de leer. Por no hacer, no hice ni bizcochos porque no tengo horno. Mi vida, como te digo, siguió igual. ¿Y entonces?
Yo no soy de salir mucho, y estoy en casa más a gusto que nadie, pero mi pareja no es así. Tiene sus deportes, su cervecita con los amigos, y todo genial... pero oye, que como no había ni bares ni pistas de pádel, lo tenía conmigo un poquito más. No es que estemos pegados, porque también trabajaba, pero nos veíamos más y más tranquilamente. Con la "desescalada" empezaremos a vernos menos, aunque aún aprovecho.
Pero lo mejor que he sacado de estos días es aprender a ir despacio. Últimamente me agobian ciertas cosas (algunas están todavía pendientes...) que me hacen estar algo tensa. Al tener más tiempo para mí, de alguna manera, sabiendo que, salvo las horas justas de trabajo, el día entero estaba a mi disposición, me relajé y empecé a disfrutar el momento. Cambié algunas rutinas para poder seguir ese ritmo, y ahora estoy intentando acomodarlas a la vuelta al trabajo. En este sentido, de algo que me di cuenta es de las opciones que te da el poder trabajar desde donde sea. No es mi caso, porque estoy volviendo a la oficina, pero he visto cómo sería, y me gusta.
Y tú, ¿qué sacas de positivo de esta pandemia?